LA REINA MORA
(Adaptación de la leyenda tradicional de Magacela)
Por José Luis Domínguez Fernández y María del Carmen Pizarro Prada
En tiempos de la Reconquista vivía en el castillo de Magacela una Reina
Mora llamada Leila, cuya valentía y belleza traspasaba fronteras.
Aquellos no eran buenos tiempos para los musulmanes que allí habitaban,
pues los cristianos asediaban día y noche la fortaleza que la hermosa Leila
defendía ardientemente, vigilando junto con sus centinelas cada uno de los
puntos débiles del castillo.
–¡No dejaré que caiga en manos de los cristianos! –exclamó orgullosa la bella
Leila, al tiempo que sostenía a su hijo entre sus brazos.
Ilustración Ángela Cabanillas López-Bermejo |
Y así pasaron los días y las noches, y los cristianos cada vez más
desesperados observaban desde la llanura la silueta misteriosa de la joven
reina que entre las sombras se movía de un lugar para otro en su afán por
defender aquella fortaleza.
–Nunca conseguiremos asaltar el castillo, pues su reina lo defiende como una
leona –decían ya todos fatigados.
Hasta que una noche uno de los cristianos ideó un ingenioso plan.
–Si queremos tomar el castillo, tenemos que engañarlos, no hay otra manera.
–¿Pero cómo? –preguntaron sus compañeros.
–Si un gran ejército se dirigiera hacia ellos tendrían que descuidar algunos
puntos, y por allí podríamos entrar sin grandes problemas.
–¡Claro! –asintieron todos entre carcajadas–. Por arte de magia aparecerá ese
gran ejército.
–No será preciso recurrir a la magia –interrumpió el ingenioso cristiano –.
La clave no está en lo que vemos sino en lo que creemos ver; si conseguimos
que todos piensen que un gran ejército se dirige hacia ellos, se concentrarán e
irán a su encuentro, descuidando las demás partes del castillo.
De repente las risas habían desaparecido y el silencio se había adueñado
del lugar. Todos le miraban esperanzados, todos esperaban que dijera algo
más.
–Un ejército de cabras –pronunció al fin el cristiano–. Un ejército de cabras
dirigidos por pastores, con antorchas en sus cuernos,... En medio de la noche,
nadie se dará cuenta del engaño.
Los cristianos, entusiasmados con la idea, pusieron en marcha su plan.
Durante días reunieron centenares de cabras, y convencieron a sus pastores
para que dirigieran ese ejército ficticio. Cuando al fin llegó la noche del ataque,
todos los cristianos estaban preparados. Así, mientras que el ejército de
cabras se encaminaba hacia el castillo, con sus cornamentas de fuego, los
soldados cristianos aguardaban la respuesta de los musulmanes que
defendían el castillo.
Para Leila, aquella noche era una más de una larga pesadilla que había
empezado cuando los cristianos comenzaron el asedio. Fatigada por su
trabajo incansable, se había reunido con los suyos para cenar después de un
día agotador. Pero el silencio de aquella noche pronto se rompería por las
voces de sus centinelas:
–¡Los cristianos! –gritaban con fuerza–. ¡Nos asaltan los cristianos!
La infeliz noticia le había llegado a la reina Leila justo al final de su cena, por
lo que exclamó:
-¡Amarga cena para mí!
Los musulmanes, horrorizados ante el estruendo de ese ejército que se
aproximaba con una velocidad asombrosa, marcharon hacia los muros para
comenzar su defensa, descuidando así las zonas del castillo por las que los
cristianos avanzaron. Cuando los musulmanes se dieron cuenta del engaño
ya era demasiado tarde: La fortaleza había caído.
Sabiendo que ya nada podía hacer, prefirió emprender su huida antes de
caer en manos cristianas.
–¡Arrojad por las ventanas todos los colchones, cojines y almohadas! –les
ordenó a sus servidores– ¡Rápido!
Leila, tomando a su hijo en brazos, se lanzó hacia el precipicio pensando
que todos esos objetos amortiguarían el golpe. Pero misteriosamente, los
colchones, almohadas y cojines al caer sobre la ladera se habían
transformado en piedras.
Ilustración Borja Moreno Miranda |
Los musulmanes que lo habían observado todo, estaban tan
desconcertados como espantados, de manera que se rindieron de inmediato.
Cuenta la leyenda que así tomaron los cristianos esta fortaleza, y también
se dice que de las últimas palabras de la Reina Mora, “Amarga cena”,
proviene el nombre de Magacela.
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